octubre 5, 2024
Pequeña Edad de Hielo en el siglo XVII

Pequeña Edad de Hielo en el siglo XVII

Pequeña Edad de Hielo en el siglo XVII

El siglo XVII se inserta en una tendencia climática que en esta centuria llegó a su gélido punto álgido

Por Alejandro Bañón Pardo, Licenciado en Historia 

 

Al margen de las circunstancias coyunturales de tipo político, social, económico o cultural, tan diversas en cada región y motivadas por factores tan dispares, si hablásemos con personas de distintos continentes que hubieran vivido en el siglo XVII, ¿sobre qué aspecto, casi con total seguridad, todos coincidirían? No cabe duda que muchos harían hincapié en un clima extremadamente duro y frío como una de las notas más reseñables del ambiente que circundó a su trayectoria vital. El siglo XVII, tan trascendente en la historia de la humanidad, se desarrolló en una atmósfera climática sui generis, continuación de una tendencia que se había iniciado ya en la Baja Edad Media, pero que en esta centuria llegó a su gélido punto álgido. Es lo que los historiadores y climatólogos han llamado, no sin cierta exageración hiperbólica, la “Pequeña Edad de Hielo”, que se habría extendido entre el siglo XIV y mediados del XIX.

El río Támesis completamente helado por primera vez en 1608, lo que se repetiría varias veces a lo largo del siglo; canales holandeses congelados sobre los que fue incluso posible patinar sobre hielo o celebrar ferias y festivales de invierno; congelación del Cuerno de Oro del Bósforo en 1622; un ufano ejército sueco atravesando en 1658 los helados estrechos del Belt con el fin de sorprender al enemigo danés; heladas frecuentes del río Ebro… los testimonios europeos contemporáneos dan cuenta de unas condiciones climáticas extremadamente severas que se prolongarían a lo largo de todo el siglo XVII, con un intervalo especialmente frío justo al inicio de la centuria y otro más largo que dio comienzo en torno a 1650. Sin embargo, el fenómeno tuvo una repercusión planetaria, con especial incidencia sobre el Hemisferio Norte. Así, en Japón, existen evidencias documentales de una temperatura del aire invernal en el siglo XVIII significativamente inferior a la habitual en nuestros días en dicho país, entre 1 y 2 grados Celsius por debajo de las temperaturas actuales (Yamamoto, 1971: 811). En España, las consecuencias se tradujeron especialmente en un aumento relevante de las precipitaciones o la aparición de algunos fenómenos meteorológicos extremos, tal y como expuso Sánchez Rodrigo (1994) al estudiar la Pequeña Edad de Hielo en Andalucía entre 1550 y 1660.

 

Tropas suecas lideradas por el rey Carlos X atravesando a pie en febrero de 1658 el Estrecho congelado de Gran Belt, uno de los tres estrechos que conectan el Mar del Norte con el Báltico, en el marco de la Segunda Guerra Nórdica.
Tropas suecas lideradas por el rey Carlos X atravesando a pie en febrero de 1658 el Estrecho congelado de Gran Belt, uno de los tres estrechos que conectan el Mar del Norte con el Báltico, en el marco de la Segunda Guerra Nórdica.

 

Al parecer, en el Hemisferio Norte la temperatura descendió alrededor de 1 grado Celsius de media entre los siglos XIV y XIX, en comparación con nuestros valores actuales. Hechos como el denominado Mínimo de Maunder, un periodo (1645-1715) durante el cual las manchas solares casi desaparecieron de la superficie solar, lo que implicó una menor emisión de energía y por consiguiente un enfriamiento de la tierra, prueban que el siglo XVII, en especial su segunda mitad, sufrió seguramente el intervalo más crudo de la larga Pequeña Edad de Hielo.

 

Estimación de temperaturas en el Hemisferio Norte (rojo y verde) y en el centro de Inglaterra (azul), entre los años 1000 y 2000 d.C., tomando como base temperaturas medias del siglo XX. En el siglo XVII vemos cómo la temperatura estaría en Inglaterra entre 0,5 y 1 grado Celsius por debajo de la media actual
Estimación de temperaturas en el Hemisferio Norte (rojo y verde) y en el centro de Inglaterra (azul), entre los años 1000 y 2000 d.C., tomando como base temperaturas medias del siglo XX. En el siglo XVII vemos cómo la temperatura estaría en Inglaterra entre 0,5 y 1 grado Celsius por debajo de la media actual

 

Los contemporáneos dejaron algunos relatos en los que podemos entrever las difíciles condiciones climáticas de aquellos años. Poco después de terminar la centuria, y aún en el ciclo del Mínimo de Maunder, el párroco de la localidad francesa de Angers escribió lo siguiente:

“La ola de frío comenzó el 6 de enero de 1709 y duró hasta el día 24. Las cosechas almacenadas se perdieron. La mayoría de las gallinas murieron de frío y lo mismo le ocurrió al ganado de los establos. Muchos pájaros, patos, perdices, y otras aves aparecieron muertas sobre la nieve helada que cubría los caminos. El hielo tronzó robles, fresnos y otros árboles de los valles. Las dos terceras partes de los viñedos desaparecieron. En Anjou no se recogió ni una sola uva y yo mismo no logré vino ni para llenar una cáscara de nuez”.

En Palencia, una inscripción en un sillar de la iglesia de Camasobres alude a una excepcional nevada que tuvo lugar en 1713:

“Año 1713 a 16 de febrero comenzó a nevar. Hizo eso hasta 29 de abril. Este día 12 varas”.

 

Según el testimonio del epígrafe, en esta localidad castellana de los Picos de Europa habría nevado ininterrumpidamente desde el 16 de febrero hasta el 29 de abril, llegando la nieve a finales de abril a alcanzar una altura de 10 metros. En nuestros días, una nevada tan larga, incluso en un municipio de montaña, sería un verdadero prodigio digno de la atención mediática más solícita. En fin, visto lo visto, es muy probable que en el XVII, aquel dicho popular de “hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo” sería considerado temerario, cuando no inadmisible, pues las prudentes gentes del siglo seguramente no se despedían del sayo hasta bien entrado el verano…

Así pues, parece que recreaciones tan típicamente decimoséptimas como Galileo explorando el universo a través de su telescopio, la definitiva batalla de Rocroi o Bach componiendo obras maestras del Barroco en la tranquilidad de su retiro en Leipzig, no serán completas ni leales a la tan incomprendida verdad histórica sin añadir al cuadro un discreto frío ambiental y extensiones infinitas de un blanco inmaculado de fondo.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

-SÁNCHEZ RODRIGO, Fernando (1994), Cambio climático natural. La pequeña edad de hielo en Andalucía. Reconstrucción del clima histórico a partir de fuentes documentales, Granada: Universidad de Granada.

-YAMAMOTO, Takeo (1971), “On the nature of the Climatic Change in Japan since the Little Ice Age around 1800 AD”, en Journal of Meteorological Society of Japan, Vol 49, pp. 798-812.

 

WEBGRAFÍA

-VILLA OTERO, Elisa (2007), “Crónicas del frío (VIII)”, Recuperado el 30 de junio de 2020. URL: https://www.xuliocs.com/elisvillcrfr.htm

 

*Cuadro de  la portada: El río londinense del Támesis helado. Obra del pintor Abraham Hondius, 1677.
Compartir:

Alejandro Bañón Pardo

Mi formación universitaria se ha desarrollado en la Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Historia y con un máster en Gestión de la Documentación, Bibliotecas y Archivos. Actualmente curso tercero del Grado de Derecho en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Perfil de Academia: https://ucm.academia.edu/ABañónPardo

Ver todas las entradas de Alejandro Bañón Pardo →

4 comentarios en «Pequeña Edad de Hielo en el siglo XVII»

  1. Respuesta en Facebook:
    Creo que el ser humano es muy ególatra y se cree el centro del universo, el clima cambia a nivel local e interfiere parcialmente y menos de lo que creemos en todo el clima, en cambio una erupción solar o una erupción volcánica puede cambiarlo drásticamente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *