octubre 5, 2024
Introducción: IMAGEN Y POLÍTICA DE UN REINADO

Introducción: IMAGEN Y POLÍTICA DE UN REINADO

Introducción: IMAGEN Y POLÍTICA DE UN REINADO

 

El fallecimiento de Felipe IV el Grande, rey de las Españas y emperador de las Indias, en el mes de septiembre de 1665, y sus disposiciones testamentarias, en orden al gobierno de su Monarquía durante la menor edad del rey niño Carlos II, inauguraban políticamente un tiempo nuevo marcado por la incertidumbre y la esperanza que todo cambio suscita entre la gente. La historiografía del reinado y del monarca, sin embargo, apenas se ha ocupado de analizar los sentimientos que este vacío generaba en los vasallos y reinos. Martín A. S. Hume dedica algunas páginas, no del todo bien documentadas, a la enfermedad, muerte y funerales en el Alcázar Real, y posterior entierro de Felipe IV en el Monasterio de El Escorial, sin otro propósito que el de poner broche final a la biografía del monarca, lo que asimismo ejecuta Alfredo Alvar Ezquerra, pero no lo hace Robert Stradling, en una biografía infinitamente superior a las anteriores, para quien este aspecto resultaba a todas luces irrelevante, y no ha sido el único[1]. Es Gabriel de Maura y Gamazo quien, en los primeros capítulos de su estudio sobre el reinado de Carlos II, dedica una atención especial a los postreros días de vida de su antecesor en el trono y, en particular, al desafecto mostrado entre los cortesanos, con algunas excepciones significativas, puesto de relieve, a su juicio, en la ausencia de sentidas manifestaciones de dolor por la muerte del monarca, como si estos tuvieran puestas sus miras en el sucesor y en la Regente, en el futuro, no en el pasado, ni siquiera en el presente[2]. Esta supuesta actitud de los criados de la Casa Real y del personal de las instituciones de gobierno puede parecer a primera vista un asunto baladí, pero no lo es, ya que plantea al historiador una cuestión de gran calado, el tipo de relación existente entre la Corona, representada en la persona del monarca, y los súbditos. Abordar esta cuestión es el objeto de la presente investigación.

El estudio de las honras fúnebres se perfilaba como la opción más viable para indagar en estos vínculos hacia 1665, fecha clave para la Monarquía, pues la identificación de los reinos y vasallos con este régimen político implicaba su reconocimiento y la aceptación, en última instancia, de la Corona como elemento que los cohesionaba, constituyéndose así el conjunto de los territorios de los Habsburgo en una unidad política bajo la autoridad del soberano, donde la lealtad entre las partes actuaba como el pilar sobre el que se erguía el complejo entramado constitucional de la Monarquía. Pero ¿por qué centrarse en las exequias? Porque su celebración era común en todos los reinos, con independencia de que se ajustasen a unas normas emanadas, o no, de la Corona, y porque en ellas participaba de forma activa el conjunto de la sociedad.

La reconstrucción de los acontecimientos realizada por el duque de Maura a partir de los datos aportados por las Gacetas publicadas en su momento y de alguna correspondencia no resultaba demasiado útil porque estos documentos soslayan el sentir de los súbditos, ya que el objetivo esencial de sus autores –y editores, en el caso de las primeras y de las hojas volanderas que circulaban en Madrid y en las principales ciudades de la Monarquía- consistía en narrar los hechos con la mayor veracidad posible, aunque desde ópticas distintas, lo que explica ciertas omisiones o prolijidades, para atraerse a un público curioso, ávido de noticias[3]. En cambio, los libros de exequias y los sermones fúnebres publicados con motivo de las celebraciones de las honras de Estado organizadas por la Corona o por sus máximos representantes, allí donde el rey no estaba presente, pero también por las instituciones propias de cada reino y por las ciudades, villas y lugares, fuesen de señorío o de realengo, además de las realizadas por las Universidades y por el clero regular y secular, nos sitúa ante una realidad distinta a la presentada en las Gacetas. En esos textos, no siempre impresos, los elementos meramente descriptivos relacionados con la organización de las exequias y la construcción y decoración de las arquitecturas efímeras levantadas en los templos –y en otros escenarios-, en las que se colocaba un simulacro del féretro del rey, alternan con un discurso político y religioso visible en los emblemas y jeroglíficos que colgaban de las paredes enlutadas de los templos, pero también, por supuesto, en las oraciones fúnebres de los predicadores. El problema radicaba en cómo analizar el contenido de dichos escritos para determinar el alcance exacto que tuvo el óbito de Felipe IV en sus vasallos y reinos, si su lealtad permanecía viva, si se proyectaba hacia el sucesor y la reina gobernadora; en suma, si se mantenía enderezada, metafóricamente, la columna de la Monarquía con la que se identificaban todos los súbditos.

Indagar en este corpus documental no ha resultado tarea fácil. El primer obstáculo al que debíamos enfrentarnos era su dispersión en diferentes bibliotecas y archivos tanto españoles como americanos, aunque los repositorios bibliográficos de los principales centros documentales han sido de gran utilidad para su localización. El segundo lo marcaba la amplitud del territorio a estudiar, pues no se circunscribía a las fronteras peninsulares sino que abarcaba también los territorios italianos y de ultramar, lo que dificultaba, por otro lado, el acceso en persona a los archivos estatales, municipales y privados, seglares o eclesiásticos, a fin de consultar las actas de sus respectivos cabildos, aparte de que la incompatibilidad de sus horarios de consulta con los de una actividad profesional ralentizaba la investigación, motivo por el que se tuvieron que seleccionar aquellos centros documentales a los que se podía acceder fácilmente en días laborales o en el periodo vacacional. Sin embargo, el escollo, más complejo y difícil de abordar lo ofrecía la propia documentación, no tanto por la exactitud de los acontecimientos narrados o por su distorsión deliberada por sus autores y las entidades que los generaban buscando el beneplácito de la Corona, sino porque los conceptos utilizados en los libros de exequias podían o no ajustarse al lenguaje visual y escrito, llegando en algunos casos a ser contradictorios, lo que nos obligaba a resaltar y explicar las contradicciones aparentes para su comprensión; como también precisábamos  entender y explicar el lenguaje simbólico por la facilidad con que es captado e interiorizado de forma consciente o inconsciente por el individuo o por grupos identitarios con códigos comunes. Se imponía, por lo tanto, discernir –si es que existían- el discurso propagandístico y de exaltación del soberano difunto de aquellos que podían inculcar ciertas conductas éticas en lo personal y en lo político a los gobernantes y a los gobernados, cuando no justificar el ideario político y religioso de Felipe IV, puesto en práctica durante todo su reinado, con especial hincapié en la ruptura o continuidad de los vínculos de lealtad establecidos entre la Corona y los reinos, entre los vasallos y el rey, a quienes debía proteger como padre amoroso.

Cuestión aparte es el tratamiento de los sermones fúnebres reales[4]. Es preciso advertir que estos se rigen por unas pautas recogidas en ciertos manuales para predicadores, por lo que tanto en la forma como en el contenido todos presentan unas mismas características[5]. No obstante, los autores adaptarán las normas y recomendaciones a su particular modo de entender el sermón, por lo que su contenido variará mucho en el tono y en el discurso, como también lo condicionará la entidad que los encarga (Corona, ciudad, cabildo eclesiástico, monasterio, convento o universidad), la vinculación que el predicador mantiene con el soberano, por pertenecer al grupo exclusivo de los predicadores reales[6], o el deseo de granjearse la voluntad de los reyes para mejorar su status e incluso el de su comunidad. Estos factores obligan a precisar, de un discurso plagado de referencias bíblicas y de alusiones simbólicas, muchas de ellas procedentes de la antigüedad, el mensaje que los oradores sacros pretendían transmitir desde el púlpito, a veces muy personal y crítico con el poder, pero en otras ocasiones dejando translucir las opiniones de los comitentes que los financiaban. Así, se debían distinguir, por un lado, los aspectos comunes que son aplicables a todos los mortales -el haber vivido una vida acorde con los mandamientos de la Iglesia, aceptando resignadamente el tránsito de este mundo al eterno-; y por otra parte, los propios de los reyes, entre los que sobresale el acierto o el desacierto en la manera de regir a los vasallos, sin olvidar la inquietud que causa al pueblo la pérdida de su soberano, lo que supone elaborar un discurso tranquilizador que tiene mucho que ver con la protección por el fallecido desde el Paraíso Celestial y con la continuidad dinástica, garante del mantenimiento de la Monarquía.

La historiografía dedicada a las honras fúnebres de Felipe IV no ha facilitado demasiado la investigación. El tema de las exequias en general ha originado una amplia bibliografía desde los primeros trabajos publicados a finales del pasado siglo XIX y comienzos del XX por Francisco Gerónimo Collado[7], Ángel María de Barcia y Pavón[8], Jenaro Alenda –dedica varias páginas a describir las exequias reales en Burgos[9]-, Ricardo del Arco y Garay[10], José Ramis de Ayreflor y Sureda[11], Antonio Rodríguez Villa[12] y Juan Pérez de Guzmán y Gallo[13], entre otros[14]. Sin embargo, se carece de una visión global sobre las exequias de los monarcas de la casa de Habsburgo, no del ritual funerario, bien documentado por Javier Varela[15], ya que los estudiosos se han centrado en analizar, con mayor o menor acierto, diferentes aspectos de lo obrado por la Corona, los reinos y las ciudades en las exequias consagradas a personajes concretos de la realeza. María Adelaida Allo Manero, en su tesis doctoral defendida en la Universidad de Zaragoza, aborda el proceso de organización de las exequias de los monarcas de la Casa de Austria como un primer paso para después estudiar los aspectos constructivos y decorativos de los túmulos[16], sobre los que incidirá posteriormente en solitario[17] o en colaboración, ahora ampliándose a la Casa Borbón[18]. Son estos trabajos, los consagrados a los túmulos, a la arquitectura efímera de las exequias –y a las de otras festividades-, los que se impusieron, en gran medida, a partir de estudios pioneros como los de Antonio Bonet Correa y Francisco de la Maza, entre otros autores[19]. Lo demuestran los trabajos de Steven N. Orso para la Corte[20], Lorenzo Pérez del Campo y Francisco Qintana Toret para la ciudad de Málaga[21] y Henrich Berlín y Jorge Luján para Guatemala en los siglos XVII y XVIII[22], a los que seguirán las investigaciones, desde la década de 1990, de Antonio Bonet Correa[23], Victoria Soto Caba[24], Rafael Ramos Sosa[25], Andrews S. Arbury[26], Yolanda Barriocanal López[27] y María Adelaida Allo Manero[28].

En las últimas décadas, sin embargo, y a partir de los estudios de Erwin Panofsky de los años 1924-1939, que comienzan a divulgarse en España los años setenta del siglo XX[29], el interés se ha inclinado hacia los estudios iconográficos desde varias perspectivas, destacando los centrados en la descripción y análisis de las composiciones simbólicas contenidas en los túmulos, según se aprecia en los trabajos de Santiago Sebastián[30], Cristóbal Belda Navarro[31], Julián Gallego[32] y Víctor Mínguez[33]. A estos estudios hay que sumar algunas síntesis actuales sobre las exequias fúnebres celebradas en ciudades e incluso regiones en un período amplio de tiempo, en las que además se recogen las aportaciones anteriores, ofreciendo así una buena panorámica de este fenómeno y de su impacto en la sociedad a todos los niveles, incluido el económico[34]; también es preciso mencionar las investigaciones, entre otras, de Adolfo Abel Vilela[35], Luis Javier Cuesta Hernández[36], José Jaime García Bernal[37] y Jaime Valenzuela Márquez[38] que interpretan las arquitecturas efímeras, los túmulos, su decoración y el lenguaje simbólico presente en los emblemas y jeroglíficos[39] como recursos de exaltación del poder, de construcción de una imagen dinástica y de identificación de la Corona con los súbditos.

Para llevar a cabo esta investigación, y dado que no existe una monografía general dedicada a las exequias de Felipe IV que abarque todo el territorio de la Monarquía y todos sus componentes, se ha procedido, en primer lugar, a la consulta de los libros de las exequias de Estado celebradas en Madrid, Roma, Milán, Nápoles, Palermo, México y Lima, así como las organizadas por las autoridades civiles de las ciudades de Zaragoza, Valencia, Lérida, Pamplona, Salamanca, Córdoba y Lecce, en el reino de Nápoles, y las realizadas por algunas Universidades (Salamanca y Oviedo) y ciertas entidades eclesiásticas, como las que tuvieron lugar en la Basílica de Santa María Maggiore, en Roma, en la Capilla Real de San Marcos, en Salamanca, y en el monasterio de los Jerónimos, en Granada, que se han localizado en la Biblioteca Nacional de España, en la Österreichische Nationalbibliotek, en la Biblioteca Nacional de París, en la British Library, en la Biblioteca Laurentiana, en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, en la Biblioteca de El Escorial y en la Biblioteca Pública de Évora, entre otras muchas nacionales y extranjeras. A estas relaciones impresas, y a las editadas en nuestro tiempo, como la de Mallorca, hay que añadir las manuscritas sobre Olivenza, Orán, Menorca y Manila que se pueden consultar en la Biblioteca Nacional de España, en el Archivo General de Indias, en la Biblioteca Palafoxiana (Puebla de los Ángeles), en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia y en el Archivo de la Nobleza en Toledo. Asimismo se han manejado los libros de actas de la Chancillería de Valladolid, de los ayuntamientos de Madrid, Segovia, Salamanca y Toledo, de los cabildos de las catedrales de Málaga, Toledo, Segovia, Sigüenza y Puebla de los Ángeles, y de la Universidad de Salamanca, aparte de documentación complementaria localizada en la sección Manuscritos de la Biblioteca Nacional de España, en el Archivo General de Palacio, sección reinados y en el Archivo General de Simancas, sección Contaduría Mayor de Cuentas. Finalmente, la lectura de los Dietaris de la Generalitat de Catalunya ha aportado información muy útil para el caso del Principado.

En cuanto a los sermones fúnebres, aunque se encuentran muy desperdigados en varias bibliotecas, a veces constituyendo volúmenes facticios, la mayor parte de los estudiados se custodia en la Biblioteca Nacional de España, en la Biblioteca de la Real Academia de Historia, en la Biblioteca de la Real Academia Española, en la Biblioteca Pública del Estado de Toledo, en la Biblioteca Municipal de Madrid, en la Biblioteca Histórica Marqués de Vallecilla de la Universidad Complutense de Madrid, en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, en la Biblioteca de Santa Cruz de la Universidad de Valladolid y en la Crai Biblioteca de Reserva de la Biblioteca de la Universidad de Barcelona.

La tesis se estructura en dos apartados bien diferenciados, constituidos cada uno por dos capítulos. En el capítulo primero se analiza, en primer lugar, la enfermedad y muerte del monarca, con especial hincapié en el ritual utilizado en la apertura del testamento, las exequias que se realizan en el Salón Dorado del Alcázar de Madrid, inmediatamente después de su fallecimiento, donde permanecerá unos días el cadáver, y su posterior entierro en El Escorial, siguiendo el ceremonial establecido por las Etiquetas de Palacio, incluido el acompañamiento y entrega del cuerpo a los monjes. En el capítulo segundo se aborda el proceso seguido en la celebración de las exequias de Estado organizadas por la Corona, los reinos, las ciudades, las comunidades religiosas, el clero secular y las Universidades. Varios aspectos son estudiados: por un lado, la transmisión por parte de la Corona de la noticia de la muerte del soberano, y su deseo de que se realicen las honras acostumbradas, a las cortes extranjeras, a las distintas instituciones de gobierno de la Monarquía y a todas las poblaciones de su vasto imperio, por pequeñas y remotas que fueran; por otra parte, las disposiciones acordadas por los responsables de organizar las exequias fúnebres en el conjunto de los territorios. En este sentido se han estudiado las resoluciones adoptadas por los embajadores, virreyes, gobernadores y Reales Audiencias en los virreinatos europeos y americanos, incluido el archipiélago de las Filipinas, así como las dispuestas por las autoridades de cada reino y por los concejos de las ciudades y villas, atendiendo no solo a los actos litúrgicos, sino al sistema organizativo utilizado, a la negociación con las iglesias donde se iban a celebrar y donde debían erigirse los túmulos fúnebres, al pregón público que obligaba al vecindario a vestir de luto y al ceremonial acordado para el cortejo fúnebre durante los dos días asignados a la exequias.

En la segunda parte se analiza el discurso político y simbólico presente en las exequias. Para empezar, se estudian las imágenes y símbolos del poder real, como la corona, que integra en sí la totalidad de los reinos y vasallos que componen la Monarquía, el sol y el cetro, o lo que es lo mismo, el gobierno por el rey de sus territorios, a los que protege y beneficia salutíferamente; también se estudian los elementos simbólicos con los que se representa al soberano y los aplicados para proyectar la continuidad dinástica en los súbditos; antes, sin embargo, se ha ofrecido la imagen simbólica del territorio a través de alegorías cartográficas y se ha procurado definir los conceptos de Monarquía, Estado, Nación y Patria utilizados en la época. A continuación se estudia la valoración del reinado de Felipe IV, según se describe -e incluso se justifica- en los libros de exequias y en los sermones fúnebres, y que gira en torno a dos líneas discursivas: la religiosidad del monarca, sobre la que pivota toda su actuación política en el exterior y que se concreta en combatir la herejía y en defender a la Iglesia y a la fe que profesa; y el pacto político con los súbditos, donde el principio de lealtad entre las partes actúa como la argamasa que mantiene unida a la Monarquía.

[1] Martín A. S. Hume, La Corte de Felipe IV: La decadencia de España, Sevilla, Ediciones Espuela de Plata, 2009; Alfredo Alvar Ezquerra, Felipe IV el Grande, Madrid, La Esfera de los Libros, 2018; Robert Stradling, Felipe IV y el gobierno de España, Madrid, Cátedra, 1989. Tampoco se aborda el asunto en José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano (coord), Felipe IV: el hombre y el reinado, Real Academia de la Historia-Centro de Estudios Europa Hispánica, 2005, donde se recogen trabajos muy interesantes sobre el personaje y su reinado. Y lo mismo acontece con el voluminoso conjunto de trabajos sobre Felipe IV bajo la dirección de José Martínez Millán y Manuel Rivero Rodríguez.

[2] Gabriel Maura y Gamazo, Carlos II y su Corte. Ensayo de reconstrucción biográfica, Madrid, Librería de F. Beltrán, 1911. Hay reedición del 2018 de Luis Ribot García en la editorial Boletín Oficial del Estado.

[3] Sobre el tema, Mario Infelise, “Los orígenes de las Gacetas: sistemas y práctica de la información entre los siglos XVII y XVIII”, Manuscrits: Revista d’Història moderna, 23, 2005, pp. 31-44; Wolfram Aichinger, “La cara oculta de la opinión pública. Avisos, pasquines y cartas interceptadas en la Corte española del siglo XVII”, Memoria y Civilización. Anuario de Historia, 19, 2016, pp. 17-49; Giuseppine Ledde, “Recrear la manifestación festiva ‘para que la vea quien no la vió y quien la vió la vea segunda vez’”, en Pedro Manuel Cátedra García (ed), Géneros editoriales y relaciones de sucesos en la Edad Moderna, Salamanca, SEMYR, 2013, pp. 231-248. En esta misma obra colectiva se puede consultar el estudio de Carmen Espejo-Cela, “Gacetas y relaciones de sucesos en la segunda mitad del siglo XVII: Una comparativa europea”, pp. 71-88.

[4] David González Cruz, Manuel José de Lara Ródenas y Soledad Gómez, “Predicación fúnebre y monarquía: materiales para el estudio de la muerte del Rey a través de los sermones (edición de textos)”, en Pablo Fernández Albaladejo (Coord), Monarquía, Imperio y Pueblos en la España Moderna, Alicante, Asociación de Historia Moderna-Universidad de Alicante, 1997, pp. 771-780.

[5] Véase al respecto, Antonio de Salazar Caballero, Discursos funerales predicables a las exequias de los difuntos que fueron varones gloriosos y dignos de toda aclamación. Van repartidos en trece tratados y en los dos últimos se contienen cuarenta y seis discursos para predicar en los aniversarios de las ánimas del purgatorio..., Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1653.

[6] Fernando Negredo del Cerro, Los predicadores de Felipe IV.  Corte,  intrigas  y  religión  en  la España del Siglo de Oro, Madrid, Actas, 2005. Véase del mismo autor, “La palabra de Dios al servicio del rey.  La legitimación de la casa de Austria en los sermones del siglo XVII», Criticon, 84-85, pp. 295- 311, “Las atalayas del mundo. Los púlpitos y la explicación eclesiástica de la decadencia de  la  Monarquía”,  en Francisco J. Aranda Pérez (ed.),  La  declinación  de  la  Monarquía  Hispánica  en  el  siglo XVII, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2004, pp. 863- 878, y “The royal chapel as the setting for political struggle: praise and attacks on the royal favourite during the time of Philip IV”, en Juan José Carreras y Bernardo J. García García (eds), The Royal Chapel in the time of the Habsburgs: music and court ceremony in early modern Europe, Suffolk, Boydell Press, 2005, pp. 229-245.

[7] Francisco Gerónimo Collado, Descripción del túmulo y relación de las exequias que hizo la ciudad de Sevilla en la muerte del rey don Felipe segundo, Sevilla, José María Geofrin, 1869. Hay reedición facsímil publicada por el ayuntamiento de Sevilla en 2005.

[8] Ángel María de Barcia y Pavón, “Pompa fúnebre de Carlos V”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, IX, 1903, pp. 429-439.

[9] Jenaro Alenda y Mira, Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1903,t. 1, pp.378-381.

[10] Ricardo del Arco y Garay, “Honras fúnebres de la reina doña Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV (año 1644)”, Linajes de Aragón, IV, 8, 1913, pp.152-156.

[11]José Ramis de Ayreflor y Sureda, “Exequias y lutos por la muerte de la reina de España Margarita de Austria”, Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana, 13, 1919, pp. 73-76.

[12] Antonio Rodríguez Villa, Etiquetas de la Casa de Austria, Madrid, Jaime Ratés, 1915, pp. 151-156.

[13] Juan Pérez de Guzmán y Gallo, “Las etiquetas de la muerte en la Casa Real de España bajo los Austrias, Boletín de la Real Academia de la Historia, 65, 1914, pp. 475-479.

[14] Juan Agapito y Revilla, “Honras por Felipe II y proclamación de Felipe III en Valladolid”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Vol. 31, nº 2, 1923, pp. 126-162; José Torre Revelló, “Las exequias de Carlos V en Lima”, Boletín  del  Instituto  de  Investigaciones Históricas, XIV, 51-52, 1932, pp. 60-78; J. L. Martín  y B. Sarmiento “Marks and Monuments of the spanish Baroque”, The Architectural Revue, 73, 1933, pp.193-197.

[15] Javier Varela, La muerte del Rey: El ceremonial funerario de la monarquía Española (1500-1885),  Madrid, Turner, 1990. Véase también Christina Hofmann, Das spanische Hofzeremoniell 1500-1700, Berlin, Frank & Timme, 2012.

[16] María Adelaida Allo Manero, Exequias de la Casa de Austria en España, Italia e Hispanoamerica, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1993.

[17] María Adelaida Allo Manero, “Iconografía funeraria de las honras de Felipe IV en España e Hispanoamérica”, Cuadernos de Investigación: Historia, 7, 1981, pp. 73-96; “Honras fúnebres de Felipe IV en Salamanca”, Cuadernos de Investigación: Historia, 8, 1982, pp. 33-47 y “Las exequias reales de la Casa de Austria y el Arte efímero español: estado de la cuestión”, en María Luisa Lobato y Bernardo J. García Garcia (Coords), La fiesta cortesana en la época de los Austrias, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2003, pp. 293-377.

[18] María Adelaida Allo Manero y Juan Francisco Esteban Lorente, “El estudio de las exequias reales de la Monarquía Hispánica: siglos XVI, XVII y XVIII”, Artigrama, 19, 2004, pp 39-94.

[19] Francisco de la Maza, Las piras funerarias en la historia y en el arte de México: grabados, litografías y documentos del siglo XVI al XIX, Mexico, Universidad Autónoma de México, Instituto de Investigaciones estéticas, 1946; Antonio Bonet Correa, “Túmulos del Emperador Carlos V”, Archivo español de arte, t. 33, nº 129, 1960, pp. 55-66 y “El túmulo de Felipe IV de Herrera Barnuevo y los retablos-baldaquinos del barroco español”, Archivo español de arte, t. 34, n1 136, 1961, pp. 285-296.

[20] Steven N. Orso, Art and deth at the spanish Habsburg Court. The royal exequies for Philip IV, Columbia, University of Missouri Press, 1989.

[21] Lorenzo Pérez del Campo y Francisco Qintana Toret, Fiestas barrocas en Málaga: arte efímero e ideología en el siglo XVII, Málaga, Diputación Provincial de Málaga, 1985.

[22] Henrich Berlin Neubat y Jorge Lujan Muñoz, Los túmulos funerarios en Guatemala, Guatemala, Academia de Geografía e Historia de Guatemala, 2012.

[23] Antonio Bonet Correa, Fiesta, poder y arquitectura: aproximaciones al barroco español, Madrid, Akal, 1990, “La arquitectura efímera del Barroco en España”, Norba, 13, 1993, pp. 23-70 y “La arquitectura efímera del Barroco en España”, en Fernando Checa Cremades (coord.), Arte barroco e ideal clásico: aspectos del arte cortesano de la segunda mitad del siglo XVII, Madrid, 2004, pp. 19-42.

[24] Victoria Soto Caba, Catafalcos reales del Barroco Español. Un estudio de arquitectura efímera, Madrid, UNED, 1991.

[25] Rafael Ramos Sosa, Arte festivo en Lima Virreinal (silgos XVI-XVII), Sevilla, Consejería de Cultura y Medio Ambiente, 1992.

[26] Andrews S. Arbury, “Spanish catafalques in the Golden Age”, en Rutgers Art Review, vol, 11-12, 1991-1992, pp. 1-22.

[27] Yolanda Barriocanal López, Exequias reales en la Galicia del Antiguo Régimen, Vigo, Universidad de Vigo, Servicio de Publicaciones, 1997.

[28] María Adelaida Allo Manero, “Aportación al estudios de las exequias reales en Hispanoamérica. La influencia sevillana en algunos túmulos limeños y mejicanos”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, 1, 1989, pp. 121-138.

[29] Erwin Panofsky, Idea (1924), La perspectiva como forma simbólica (1927) y Estudios sobre iconología (1939). Existen varias ediciones en castellano.

[30] Santiago Sebastián, Contrarreforma y Barroco. Lecturas iconográficas e iconológicas, Madrid, Alianza Editorial, 1981 y El Barroco iberoamericano, Mensaje iconográfico, Madrid, Encuentro, 1990 e Iconografía e iconología del arte novohispano, México, Azabache, 1992. Es el fundador en 1972 de la primera revista de simbología, Traza y baza. Cuadernos hispanos de simbología, arte y literatura.

[31] Cristóbal Belda Navarro, Emblemas, jeroglíficos, enigmas y laberintos en el arte efímero de Murcia durante el Siglo de Oro, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1990.

[32] Julián Gallego, Aspectos emblemáticos en las Reales Exequias españolas de la Casa de Austria, Madrid, Fundación Lázaro Galdiano, 1985.

[33] Víctor Mínguez, “Exequias de Felipe IV en Nápoles: la exaltación dinástica a través de un programa astrológico”, en Ars Longa, 2, 1991, pp. 53-62 e “Imágenes jeroglíficas para un imperio en fiesta”, en Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. 30, nº 119, 2009.

[34] María Dolores Campos Sánchez-Bordona y María Isabel Viforcos Marinas, Honras fúnebres reales en el León de antiguo régimen, León, Universidad de León, 1995; Oscar Raúl Melgosa Oter, Cuando mueren los reyes. Rogativas y honras fúnebres reales en el Burgos de los Austrias, Burgos, La Ergastula Ediciones, 2019; José Javier Azanza López y José Luis Molins Mugueta, Exequias reales del regimiento pamplonés en la Edad Moderna, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, 2005.

[35] Adolfo de Abel Vilela, A pompa funeral e festiva como exaltación do poder: o ceremonial en Lugo, Santiago de Compostela, Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos, 1999.

[36] Luis Javier Cuesta Hernández, “Mexico insigne honras celebró a su rey: algunas precisiones sobre el ceremonial fúnebre de la dinastía de los Austrias en Nueva España”, Via Spiritus 15, 2008, pp. 111-136.

[37] José Jaime García Bernal, “Memoria funeral de los Austrias. El discurso histórico y las noticias políticas en en las exequias sevillanas de los siglos XVI y XVII”, en Krista de Jonge, Bernardo J. García García y Alicia Eseban Estringana (coords.), El legado de Borgoña. Fiesta y ceremonia cortesana en la Europa de los Austrias (1454-1648), Fundacion Carlos de Amberes, Marcial Pons, Ediciones, 2010, pp. 673-704.

[38] Jaime Valenzuela Márquez, Las liturgias del poder. Celebraciones públicas y estrategias persuasivas en el Chile colonial (1606-1709), Chile, LOM Ediciones, 2001.

[39] Fernando Rodríguez  de la Flor, “El jeroglífico y su función dentro de la arquitectura efímera barroca”, Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 8, 1982, pp. 84-102.

 

Índice: IMAGEN Y POLÍTICA DE UN REINADO

Introducción

    • Parte I.  Sol occidit: Ceremonias de reconocimiento de la majestad real.

      • 1. Venit hora: la muerte del rey.
      • 2.El teatro de la muerte. Las honras fúnebres.
        • 2.1.   Recepción de la muerte del rey en la Monarquía: Procedimiento y vías de información.
        • 2.2.   Las exequias de Estado cortesanas.
        • 2.2.1. Las exequias cortesanas en Madrid.
        • 2.2.2. Las exequias de los embajadores españoles en las cortes católicas
        • europeas.
        • 2.2.3. Las exequias cortesanas en los territorios italianos de la Monarquía.
        • 2.2.3.1. Las exequias en Milán.
        • 2.2.3.2. Las exequias de Estado en el virreinato de Nápoles.
        • 2.2.3.3. Las exequias de Estado en el virreinato de Sicilia.
        • 2.2.4. Exequias de Estado en los territorios de ultramar.
        • 2.2.4.1. Exequias en el virreinato de Nueva España.
        • 2.2.4.2. Exequias en el virreinato del Perú.
        • 2.2.4.3. Exequias de Estado en las islas Filipinas.
        • 2.3.   Las exequias de los reinos.
        • 2.3.1. Las exequias de las instituciones representativas de los reinos.
        • 2.3.2. Las exequias de las ciudades, villas y lugares: los reinos de luto.
    • Parte II. Retrospectiva de un reinado: el discurso político y simbólico en las exequias.

      • 1. El marco geopolítico del reinado.
        • 1.1. El mapa como símbolo real, nacional y estatal. Imagen simbólica del territorio: alegorías cartográficas.
        • 1.2 Monarquía, Estado, Nación y Patria.
      • 2. El rey y la dinastía. Imágenes y símbolos del poder real y de la continuidad dinástica.
        • 2.1. La unidad de los reinos y vasallos en la Corona. De la corona real a la corona de gloria.
        • 2.2. España como León y la familia leonina: la representación simbólica del rey.
        • 2.3. Figuras de continuidad en la retórica panegírica: águila, fénix, árbol.
        • 2.4. El rey sol: lucet et fovet. La protección y prosperidad de los reinos.
        • 2.5. El cetro. Cor Regis in manu Domini.
      • 3. La práctica política: la valoración del reinado por los súbditos.
        • 3.1.  La religiosidad del príncipe.
        • 3.1.1. La devoción al Santísimo Sacramento y la lucha contra la herejía.
        • 3.1.2. La defensa de la Iglesia y la propagación de la fe.
        • 3.2. La buena razón de Estado y la reputación del príncipe.
        • 3.3. El Rey y los súbditos: discursos de lealtad.

Conclusiones.

Fuentes y Bibliografía.

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Benito Rodriguez Arbeteta

Doctor en Historia, Historia del Arte y Territorio; Máster en Métodos y Técnicas Avanzadas de Investigación Histórica, Artística y Geográfica, UNED; Licenciado en Historia del Arte y Estética por la UAM. Temas de investigación: Además de la expertización de Arte, se centra en la imagen de la Monarquía Hispánica, en especial sus rituales, y sus monumentos fúnebres. La iconología y la emblemática, lo que implica establecer la relación existente entre la obra de arte y el espectador, a través del estudio de la visión.

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