Erwin Panofsky
( 1892-1968) discípulo de Warburg y amigo del científico Pauli. Hizo su tesis sobre Durero en la Universidad de Friburgo. Abandonó la Alemania nazi y pasó a EEUU, donde impartió clases en las universidades más prestigiosas, como Princeton, Harvard y Nueva York.
Es conocido sobre todo por su método de investigación, el denominado método iconológico, que fue fundado por Warburg y desarrollado por Panofsky.
Este método constituyó toda una novedad en un ambiente, el de las ciencias sociales, donde han tenido éxito numerosas simplificaciones y teorías basadas en la intuición o el deseo de hacer coincidir la realidad histórica con determinadas tendencias del pensamiento, especialmente las utopías. Con cierta perspectiva, parece que la gran aportación de Panofski es rescatar el humanismo como parte esencial de toda manifestación cultural y los planteamientos de la Ilustración borrados en parte por la visión un tanto visceral e intuitiva del mundo romántico.
Este método estaría compuesto por tres etapas: lectura, comprensión- interpretación de su significado iconográfico y análisis o penetración en su contenido, lo que significa dar prioridad al estudio de éste en vez del estudio de la forma, propio de la tradición clásica. Así, el sentido último, sería deducible a través de la imagen, que se trata como fuente primaria.
El autor emplea el término Iconología (nombre tomado de una obra de Cesare Ripa, 1593 , sobre emblemas que ilustran conceptos abstractos) refiriéndose a la interpretación cultural de la forma artística, lo que abre la posibilidad de estudiar, en plano de igualdad, la obra de diferentes civilizaciones, pues la mayoría utilizan imágenes de valor simbólico o pictogramas, sin perseguir la representación naturalista.
Según Maria Elena Gómez “ Le correspondió a Panosfsky formular sus objetivos en términos teóricos, convencido de que toda forma expresa valores simbólicos particulares y que la interpretación iconológica es el medio para alcanzar el “significado intrínseco o contenido” del tema de la obra, que revela la actitud de fondo de un pueblo, de un periodo o de una clase.” (María Elena Gómez. “La iconología. Un método para reconocer la simbología oculta en las obras de arquitectura”. Argos, 38, Julio 2003. pp. 7-39 )
Panofsky aplicó su método especialmente en el estudio de los significados de las obras de arquitectura. Para ello, estableció el origen de la iconología, intentando desvelar la base epistemológica (epistemología: teoría sobre el conocimiento, filosofía y validez de la metodología) que lo sustenta, con el objetivo de destacar su universalidad y vigencia como método de estudio. La tercera fase trata de la descripción del método de interpretación iconológico y se reflexiona sobre su posible aplicación en el estudio de la simbología arquitectónica.
Erwin Panofsky: Arquitectura gótica y pensamiento escolástico
Partiendo del concepto de que el arte es producto de un panorama social, mediante el análisis de la historia a secas, especialmente la distribución del poder y su capacidad de modelar el pensamiento, Panofsky intenta demostrar en su obra Arquitectura gótica y pensamiento escolástico (Presentación de F. Calvo Serraller, Madrid, Las ediciones de La Piqueta, 1986.) cómo la arquitectura del período gótico surge determinada por elementos políticos y filosóficos, que pretenden visualizar el concepto del orden y la jerarquía, otorgando así un matiz práctico a obras que habían sido objeto de culto como expresiones de la belleza, puras y no contaminadas de otra intención humana. Fenómenos aparentemente dispares confluyen en la creación de una obra y deben ser conocidos y tenidos en cuenta a la hora de su evaluación.
En la presentación (Española), a cargo de Francisco Calvo Serraller, se recuerda la tardía introducción de la obra de Panofsky en España lo que, sin duda, ha provocado una estimación tardía de sus trabajos (un “revival” y “moda Panofskiana”, como apunta el comentarista en la edición de 1986, o sea, hace más de 30 años).
La elección de tema no es ajena a los postulados teóricos, pues si la escuela de Warbug había preferido centrarse en el Renacimiento, como estilo alternativo al mundo medieval que se creía mágico e irracional, Panofski se detiene en un análisis más profundo de este período, especialmente el gótico, advirtiendo que la visión contemporánea estaba deformada por las inexactitudes en su apreciación durante el siglo XIX.
Y retrocede. Ni tan irracional ni tan mágico, puesto que su estructura filosófica principal estaba inspirada en los principios clásicos y supeditada a un esquema moral que tenía muchos puntos en común, como sucede con el neoplatonismo cristiano. El estructuralismo queda así rebasado y es preciso un planteamiento universal, pues cada obra lleva, como todos nosotros, un ADN de sus creadores, la sociedad de éstos y los de sus ancestros. A diferencia de la iconografía, que necesita nutrirse de las fuentes literarias, la iconología debe conocer la historia de los símbolos y cualquier conocimiento- incluso los conocimientos herméticos- que posean los iniciados.
En cuanto al libro, No se debe olvidar su texto sobre el abad Suger y la abadía de Saint Denis, que fue criticado por el sociólogo e historiador Pierre Bordeau por su forma de escribir sobre el abad Suger y considerar los orígenes del estilo en una interpretación personal.
El autor, en su introducción, expone los puntos básicos de su método, comenzando por la segmentación de la Historia en períodos o tramos aislables para proceder a su estudio con mínimas garantías de éxito. Acto seguido, se confiesa ante el lector, primero, de la incapacidad del investigador ante la necesidad de un conocimiento universal. Humildemente, expone su propósito, que no es otro que demostrar las coincidencias existentes entre la arquitectura gótica y la estructura del pensamiento escolástico, coincidencias que existen porque cualquiera puede comprobarlo, y deja así abierto el campo al las conclusiones definitivas.
Será herramienta imprescindible la hermenéutica, tarea de interpretación y contextualización, traduciendo al mundo moderno el lenguaje y la intención de siglos pasados.
El el capítulo primero analiza las concordancias temporales o cronológicas, la evolución del pensamiento y la evolución, en paralelo de las artes, centradas en el ámbito francés donde nacerá el estilo gótico. Y donde ha tendido lugar el “renacimiento” carolingio. El autor sitúa en el siglo XII el nacimiento de la escolástica clásica, al igual que el inicio del gótico, que eclosiona a la vez que lo hace la filosofía escolástica, en tiempos de San Luis de Francia. Para Panofsky, la fase final de la escolástica coincide también con la “fase final de la edad clásica del gótico”.A partir de ahí, la evolución camina hacia la desintegración, y el tipo clásico de catedral se abandona a favor de otras soluciones. Hacia 1340 se sitúa el paso de la escolástica clásica a la escolástica tardía y la probabilidad va sustituyendo a la certeza.
De esta manera, se disocia el misticismo del saber filosófico y Occam llega a decir que es temeraria cualquier tentativa que pretenda someter la lógica, la física y la gramática al poder de la Teología.
Algunos aspectos del libro son muy originales, como la importancia de la estructuración de los tratados en índices, y su paralelismo con la arquitectura.
Sin embargo, ha transcurrido suficiente tiempo desde la aparición de esta obra como para haber sido considerada desde todos los puntos de vista y es precisamente un colega y amigo de Panofsky, Gombrich, quien se muestra crítico con el método de Panofsky, pues, según Montes Serrano
…Gombrich ha señalado en varios de sus escritos los peligros del método iconográfico (…) que Panofsky resumía con la expresión Boa Constructor, un peligro inherente en toda especulación iconográfica: la tendencia arriesgada e inevitable a superponer a la evidencia nuestras propias opiniones, intuiciones o ideas previas, construidas a partir de nuestra erudición, ingenio, y familiaridad con los temas o conceptos específicos de una época o de un ambiente dado; lo que nos puede conducir a construir hipótesis sobre hipótesis no contrastadas suficientemente, o lo que es igual -en palabras de Gombrich-, a construir hipótesis sobre «pantanos de asertos indemostrables».
Es decir, que lo subjetivo primaría sobre lo objetivo de la certeza demostrada, ya que “Gombrich admite como único cauce para la interpretación iconográfica -y por tanto como único nivel de significado de la obra- la intención consciente del artista”. Lo importante sería el «significado intencional» o «la vieja idea de que una obra de arte significa lo que el autor pretendió que significase, y que es esa intención la que el intérprete debe hacer lo posible por averiguar».
Concretamente con la obra que nos ocupa, Gombrich se muestra excesivamente crítico:“…carece (…) del necesario rigor científico. La pobreza del planteamiento metodológico de este libro -y de otros trabajos- reside en tres cuestiones.
En primer lugar, en el olvido de los mecanismos propios de los procesos de creatividad artística; procesos que pueden exponerse mediante hipótesis lógicas y racionales, sin tener que acudir a causas extrínsecas del obrar artístico.
En segundo lugar, en el aceptar como real lo que no es más que una simple metáfora o una interesante analogía entre realidades heterogéneas de un período.
Por último, el planteamiento, en sí vicioso, de la interpretación histórica, condicionada a priori a confirmar unos postulados ajenos, en la mayoría de los casos, a la obra de arte, radicados en altas especulaciones culturales o filosóficas.
Un método -que Gombrich denomina como «exegético»- que pretende buscar datos o pruebas que confirmen la hipótesis de partida (la supuesta unidad de las manifestaciones culturales del período) en vez de intentar contrastar críticamente esa hipótesis con los datos -en favor y en contra- que la historia nos ofrece…”