El pietismo
El pietismo fue un movimiento religioso protestante nacido en la segunda mitad del siglo XVII que buscaba revitalizar la fe personal de los creyentes
Por Alejandro Bañón Pardo, Licenciado en Historia
“Es ist ietzt Stadt-bekannt der Nahm der Pietiste/
Was ist ein Pietist? Der Gottes Wort studirt /
Und nach demselben auch ein heilges Leben führt”.
(“Ahora se los conoce en la ciudad con el nombre de pietistas/
¿Qué es un pietista? Quien la Palabra de Dios estudia/
Y tras ello además llevan una vida santa”).
Joachim Feller (1638-1691), Soneto por la muerte de Martin Born, 1689
Introducción
El pietismo fue un movimiento religioso nacido en Alemania en la segunda mitad del siglo XVII, como reacción al academicismo excesivo en el que había desembocado el luteranismo germano. La nueva tendencia buscaba “revitalizar la fe personal y con ella interiorizar la piedad evangélica, para lo que se necesitaba volver a una mayor dedicación al estudio de la Biblia y revitalizar las prácticas relacionadas con el sacerdocio universal” (López, 2002: 294). Su fundador fue Phillip Jakob Spener (1635-1705), teólogo alemán que ejerció como pastor principalmente en las iglesias de Fráncfort, Dresde y Berlín, autor de los Pia Desideria (1675), obra considerada como el pilar fundacional del pietismo, donde se contiene la doctrina esencial del movimiento.
Antecedentes
Tras la fórmula de concordia de 1577 el luteranismo, tanto en Alemania como en Escandinavia y otras regiones, logró consensuar unas bases doctrinales comunes que sirvieron como trampolín para la intensa y profunda elaboración teológica que tuvo lugar a lo largo del siglo XVII en el seno de universidades como las de Estrasburgo, Jena, Leipzig, Tubinga o Wittemberg. La teología luterana, ligeramente perdida en un primer momento tras dar el impulso inicial a la Reforma, intentó en el siglo XVII “marcar sus diferencias con respecto al catolicismo tanto como con respecto al calvinismo, lo que la obligó a una sistematización formal y argumental muy diferente a las líneas expositivas del primer luteranismo” (López, 2002: 294). Aspectos esenciales en los que había incidido Lutero, como la justificación, el pecado, la gracia y los sacramentos, fueron desarrollados por autores como Abraham Calovius (1612-1686) o Johann Gerhard (1582-1637), que escribió la principal obra dogmática luterana, Loci Theologici (1625). Sin embargo, el reforzamiento del dogma luterano vino parejo a los primeros signos de agotamiento de la teología y al peligro evidente de caer en la especulación académica superflua, en detrimento de una vivencia religiosa más sencilla, personal, mística, tropológica y estrechamente ligada en lo esencial a la fuente bíblica. Ante tales sombras que se cernían sobre el mundo luterano, el pietismo pretendió erigirse en haz de luz para orientación y guía de los creyentes.
Philipp Jakob Spener y características del movimiento
Aunque el movimiento fue vislumbrado ya en sus aspectos esenciales por teólogos como el alemán Johann Arndt (1555-1621) o místicos como Valentin Weigel (1533-1588), y existen distintas opiniones sobre cuándo y en qué contexto (dentro o también fuera del luteranismo) apareció el pietismo realmente, entenderlo pasa necesariamente por bucear en la biografía de Spener, su principal impulsor.
Phillip Jakob Spener nació en 1635 en Alsacia. Hombre de sólida formación, estudió Teología en la Universidad de Estrasburgo, cuyos profesores estaban más centrados en el cristianismo práctico que en las disputas teológicas. Después de ser preceptor de los hijos del elector del Palatinado, completó su formación en varias universidades extranjeras, y en Ginebra sus ideas religiosas se imbuyeron de misticismo, además de recibir una fuerte impresión e influencia del estricto ambiente moral reinante en la ciudad calvinista. En dicha urbe predicaba por aquellos tiempos el converso francés Jean de Labadie (1610-1674), que también causó impacto en Spener. En 1666 fue nombrado pastor principal de la iglesia luterana de Fráncfort, periodo durante el cual escribió sus dos obras más importantes: Pia Desideria (1675) y Allgemeine Gottesgelehrtheit (1680). En Fráncfort tomó conciencia de que el luteranismo evangélico de los primeros tiempos estaba siendo sacrificado y neutralizado por la ortodoxia luterana imperante. Fue por esta época cuando el movimiento pietista comenzó a tomar forma, con él como uno de sus máximos impulsores, en las denominadas collegia pietatis (“asambleas piadosas”), que el alsaciano organizaba en su propia casa, reuniendo a laicos para leer la Biblia. En 1686, Spener tenía ya cierto renombre en el Imperio y en ciudades como Leipzig se formaron asambleas pietistas. En ese año fue invitado a ejercer de capellán en la corte de Dresde por el elector de Sajonia Juan Jorge III (1647-1691). Sin embargo, la experiencia en Dresde no fue satisfactoria, y en 1691 Spener marchó a Berlín, donde las autoridades de Brandemburgo le habían ofrecido el cargo de rector de la iglesia de San Nicolás. En Berlín, el teólogo fue bien acogido, y bajo su influencia se fundó la nueva universidad de Halle en 1694. En los últimos años de su vida fue testigo del rechazo de la teología oficial luterana a parte de sus tesis: en 1695 la facultad de Teología de Wittenberg expuso que sus obras teológicas contenían 264 errores con respecto al dogma oficial. Spener murió en Berlín en 1705, en un momento en el que el pietismo se expandía inexorablemente pese a las críticas y al granado número de enemigos que se oponían al nuevo movimiento.
La teología de Spener iba encaminada esencialmente a buscar una transformación en el creyente, a través de la renovación, del nuevo nacimiento en Cristo. Es en el plano moral donde sus ideas cobraron más repercusión y dotaron de idiosincrasia al pietismo, pues esta transformación radical se debía llevar a cabo por medio de la devoción individual y una piedad intensa, profunda, sencilla y sincera. En sus Pia Desideria, Spener daba seis claves para la reforma de una Iglesia formada por miembros más comprometidos con la piedad personal: el conocimiento más profundo por parte de los creyentes de las Escrituras merced a la lectura privada, personal, y la organización de grupos de estudio de reducido tamaño, a lo que se sumaba la predicación; aumento de la participación seglar en las funciones eclesiales; la puesta en práctica por parte de los fieles de su fe y su conocimiento de Dios; evitar las controversias y discusiones religiosas, y la agria condenación de la heterodoxia, siempre que fuera posible; formación de pastores preparados y sumamente piadosos, que pusieran énfasis en las prácticas devocionales; y centrar la predicación en el fomento del crecimiento de la fe en los creyentes comunes, con una oratoria más accesible y menos retórica y superflua (Spener-Tappert, 1675-1964: 87-122).
Con el tiempo, las creencias pietistas se fueron concretando y ampliando, y realmente siempre se adscribieron más a una actitud que a un credo religioso concreto (Black, 1990/1997: 235). El núcleo central en todo caso no se alejó de lo que ya apuntó su fundador, y consistía en la reunión de los fieles en pequeñas asambleas, al margen del servicio religioso, con el fin de leer y estudiar las Escrituras, fomentar mutuamente la piedad activa, siempre con el trasfondo de la renovación, del renacimiento espiritual vital del cristiano, a raíz de una lucha sin cuartel con el pecado, guerra ésta que habría motivado en el creyente su firme intención de renacer, de cambiar sinceramente su vida basándola únicamente en Cristo. Este nuevo nacimiento del cristiano, que evoca las creencias baptistas, llevaba a los pietistas a la práctica de un ascetismo seglar, en el que los creyentes debían en cierto sentido estar, tras su renacimiento, alejados del mundo y del siglo, siguiendo el precepto joánico (Jn 17, 15-17) o el paulino (Rm 12, 2), haciendo gala de una moral sin tacha en público y especialmente en privado. La vida del fiel pietista se sustentaba en la devoción activa, jalonada de actividades como la oración asidua, la lectura espiritual (muy en especial de la Biblia) y una suerte de entusiasmo vital similar al metodista, donde el arrepentimiento por el pecado, la conversión y la regeneración jugaban un papel crucial. Su minusvaloración de la Teología granjeó al pietismo la fama de ser un movimiento anti-intelectual. Entretenimientos como el baile, el teatro, juegos públicos, etc. eran rechazados por muchos pietistas por su trasfondo pecaminoso. En resumen, la santificación, el llevar una vida santa, era el objetivo de todo buen creyente (Granquist, 2015: 13). Valores como la humildad, la frugalidad, la contención, el sentido del deber y del orden… fueron fuertemente inculcados por la espiritualidad pietista y han dejado una huella indeleble en los países donde el movimiento tuvo más predicamento, como Alemania o los países escandinavos.
Fischer (1983: 171-180), desde una perspectiva transversal, indica una serie de características principales del pietismo. Para este autor, es en primer lugar un movimiento, incluso en nuestros días, de espiritualidad esencialmente luterana, que servía como necesario contrapunto no rupturista a la ortodoxia y la Iglesia establecida, al igual que en su momento había cumplido dicho papel el luteranismo inicial frente a Roma. Por este motivo, se mostró siempre crítico con la Iglesia y sus estructuras. En línea con lo anterior, era una corriente reformista que buscaba transformar la Iglesia y el compromiso de los fieles con el evangelio. A ello se suma su carácter cristocéntrico, y por tanto fervientemente evangélico, el ser un movimiento comunitario (fomento de pequeños grupos, aunque la piedad individual era asimismo muy importante) y tener principalmente como protagonistas a los legos y laicos, en consonancia con el sacerdocio universal primigenio propugnado por Lutero, sin desmerecer el papel de los pastores.
Expansión
La muerte de Spener en un momento en el que la recién nacida tendencia parecía condenada a zozobrar por la condena de la Iglesia luterana y los ataques en distintos frentes, supuso muy al contrario la asombrosa expansión del movimiento por dentro y fuera del Imperio, ya en los primeros años del siglo XVIII, pese al rechazo inicial de muchos Estados. Las autoridades concibieron el pietismo como una tendencia peligrosa que podía generar movimientos sociales indeseables, por un exceso de fervor evangélico y místico, por lo que en un primer momento trataron de frenar su expansión. La Iglesia luterana rechazaba el movimiento al considerar que simplificaba en exceso el mensaje cristiano y minusvaloraba peligrosamente el papel de la Iglesia, la Teología y la ortodoxia doctrinal. En muchos principados alemanes se trató de bloquear la entrada de ideas pietistas y Suecia, verdadero bastión de la ortodoxia luterana, aprobó en 1726 el Acta de Conventos para controlar la expansión del movimiento (Black, 1990/1997: 215). Pese a todos los intentos, los progresos pietistas fueron rápidos e imparables. En la primera mitad del XVIII su amplia difusión por extensas áreas protestantes del Imperio alemán era un hecho. Prueba de su aceptación fue que el monarca prusiano Federico Guillermo I (1688-1740) decretó en 1729 que todos los teólogos de su reino que desearan predicar debían estudiar al menos dos años en el centro pietista de Halle.
La universidad de Halle fundada por Spener fue un semillero de teólogos pietistas, y el movimiento, liderado por teólogos como August Hermann Francke (1663-1727) o Christian Tomasius (1655-1728) se consolidó en el norte y el centro de Alemania. Indicativo también de la fuerza del pietismo germano a principios del siglo XVIII es el establecimiento de misiones protestantes en países como la India en 1706, hazaña llevada a cabo por el clérigo Bartholomäus Ziegenbalg (1682-1719). En 1727, el pietismo logró resucitar la antigua Hermandad de Moravia, comunidad pre-luterana que se remontaba al siglo XIII. Las misiones pietistas también se aventuraron por territorios católicos, y en la primera mitad del XVIII los pietistas de Halle, respaldados por Prusia, “trataron de mantener el protestantismo en los territorios de los Habsburgo enviando sacerdotes y miles de libros” (Black, 1990: 224). Entre 1726 y 1742 vio la luz la Biblia de Berleburg, considerada la Biblia del movimiento.
Evolución del pietismo luterano en Alemania
En el siglo XVIII el pietismo luterano se hizo presente en las comunidades protestantes de todo el mundo germanoparlante, incluida Suiza, nación donde se extendió especialmente en los cantones de Berna, Zúrich, Basilea y Waadt. En Alemania, las regiones de Westfalia, Halle en Sajonia y Württemberg en Suabia fueron los centros de mayor actividad.
En la ciudad sajona de Halle tuvo una gran importancia la universidad, que exportó a todo el país los primeros pastores adscritos a la corriente pietista, como el ya mencionado Francke, impulsor de diversas iniciativas benéficas, educativas y proselitistas ligadas al movimiento, y otros como Carl Hildebrandt von Canstein (1667-1719) o Gotthilf August Francke (1696-1769), hijo de aquél. Los pietistas de Halle se consideraban los guardianes de la antigua ortodoxia luterana, y su autosuficiencia les llevó a enfrentarse con las autoridades religiosas constituidas en varias ocasiones. Emprendieron una intensa labor misionera y proselitista por el centro de Alemania y el área de Brandemburgo-Prusia, región esta última donde el movimiento se implantó con mucha fuerza del siglo XVIII en adelante. Sin embargo, el fuerte nexo del pietismo de Halle con el mundo académico y la irrupción en el mismo de las ideas ilustradas, llevaron consigo la decadencia de Halle como foco pietista en las últimas décadas del XVIII.
Württemberg, región del suroeste especialmente castigada durante la Guerra de los Treinta Años, fue el otro gran centro pietista germano. Su figura más prominente fue Johann Albrecht Bengel (1687-1752), siendo también importantes Friedrich Reuss (1700-1777) o Philipp Matthaeus Hahn (1739-1790). El pietismo de Württemberg, menos radical y más aferrado a la ortodoxia dogmática luterana que el norteño de Halle, fue muy popular, especialmente en las zonas rurales, y tuvo más continuidad que el núcleo de Halle, desarrollando una intensa actividad en el siglo XIX.
El pietismo fue impulsado con firmeza en Alemania por un grupo conocido como el Herrnhuter Brüdergemeine (“Comunidad de los hermanos de Herrnhut”), fundado por Nikolaus Graf von Zinzendorf (1700-1760), formado en los círculos pietistas de la Universidad de Halle. Estaba integrado por refugiados protestantes de la región de Moravia y por otros elementos evangélicos inconformistas y desarrollaba su actividad en la pequeña localidad de Herrnhut, fronteriza con Chequia. Su labor fue trascendental en dos aspectos: por un lado, desempeñó una intensa actividad misionera por Alemania, Suiza y los Países Bajos; y por otro, combatió en los siglos XVIII y XIX el racionalismo y las ideas ilustradas, revitalizando de esta forma las iglesias protestantes en un periodo donde la indiferencia religiosa iba ganado poco a poco terreno. Los pietistas de Herrnhut mantuvieron intensas relaciones con los metodistas ingleses, estrechando así el lazo entre ambos movimientos.
A principios del siglo XIX el pietismo alemán se transformó, aunque sin romper amarras con su herencia barroca, esta necesidad de cambio vino motivada por los retos completamente nuevos que trajo consigo el movimiento ilustrado. Se podría decir que en este periodo se puso un énfasis aún más pronunciado que antes en las prácticas devocionales individuales y la vertiente emocional de la religión, al margen de los dogmatismos o las elucubraciones académicas. El Romanticismo de la época tenía fuertes nexos con el pietismo en aspectos como el individualismo o la exaltación del sentimiento, y de hecho celebres autores románticos, como el poeta de Tubinga Friedrich Hölderlin (1770-1843), estuvieron muy marcados por el pietismo. Tras las Guerras napoleónicas, con el emergente ascenso de Prusia y el renacimiento del sentimiento nacional identitario alemán, hubo una ola de exaltación religiosa en todo el país a la que no fue ajena el movimiento, apoyado por las autoridades prusianas con acciones como la fundación de la Sociedad Bíblica de Prusia o la Sociedad de Misiones. Los esfuerzos de unión del protestantismo al margen de denominaciones concretas fueron una constante, y aparecieron grupos de reanimación de la vida religiosa de inspiración pietista en todo el país. Nuevas sociedades como la Evangelische Gesellschaft für Deutschland (1848), fundada por el pastor Ludwig Feldner (1805-1890) o la Evangelische Brüderverein (1850) impulsada por Hermann Heinrich Grafe (1818-1869), sirvieron como motores de la re-evangelización del país bajo un espíritu pietista. Aunque nos alejaríamos ya en demasía de los marcos cronológicos propios del presente artículo, conviene apuntar que la aparición en 1875 del Gemeinschaftsbewegung (“Movimiento comunitario”), en cierto sentido aún existente hoy en día, dio continuidad al pietismo organizado de cara al siglo XX. Este último grupo estuvo muy influenciado por los movimientos evangelicalistas nacidos en países de ámbito anglosajón en el siglo XIX.
El pietismo luterano en Escandinavia
El pietismo se consolidó en Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia y los países bálticos. En Dinamarca, el rey Federico IV (1671-1730) promovió su difusión y en una acción similar a la del monarca prusiano, fomentó los estudios de los pastores daneses en Halle. La relación de Noruega con el pietismo pasa necesariamente por el estudio del movimiento haugeano, fundado por el laico Hans Nielsen Hauge (1771-1824). Hauge se enfrentó a los intentos de represión de tendencias religiosas pietistas que se habían introducido en el país, como el Acta de 1741, que prohibía las reuniones religiosas no autorizadas (es decir, aquellas oficiadas por ministros ajenos a la Iglesia estatal). Para combatir esta situación, Hauge proclamó el sacerdocio universal y merced a sus obras escritas y su predicación difundió el movimiento por todo el país.
En Suecia, la nueva corriente llegó pronto, y pese a los intentos de represión de la Iglesia luterana sueca, contó con bastante predicamento entre la población. El pietismo sueco contó con importantes teólogos, como Peter Spaak (1696-1769), y fue tempranamente auspiciado por las autoridades religiosas tras el periodo de represión previo. Erik Benzelius el Joven (1675-1743), arzobispo de Upsala, toleró e incluso promovió las prácticas pietistas. De hecho, hacia mediados del siglo XVIII, “las ideas y prácticas pietistas se habían tornado más aceptables para la mayor parte de la sociedad sueca, incluyendo las autoridades temporales y eclesiásticas” (Green, 2007: 73). En este país se asentó con fuerza el pietismo radical. Ya en el siglo XIX, apareció una confesión derivada del luteranismo pietista, el laestadianismo, fundado por el pastor sueco Laestadius (1800-1861) en torno a 1840.
El pietismo no luterano
Es común la identificación del pietismo con la confesión luterana, pero la influencia del movimiento fue mucho más allá de las fronteras alemanas o escandinavas, repercutiendo hondamente en comunidades protestantes de todo el mundo. De hecho, al ser el pietismo un fenómeno perfectamente concebible como una actitud religiosa, más que un credo, es visto por algunos autores como algo incomprendido a lo largo de la historia del cristianismo, debido a su peculiar idiosincrasia, centrada en la profundización de la vida devocional del pueblo y con poco interés por las elucubraciones teológicas y la parafernalia litúrgica o ritual. El movimiento enraizaría en la Edad Media, con grupos como los Hermanos de la Vida Común y otros místicos, y se identificaría con movimientos “anti-establishment” como los puritanos calvinistas del XVII, por lo que desde esta perspectiva el pietismo sería difícilmente objeto de adscripción a una confesión determinada. Para Stoeffler (1965), es preciso ampliar el pietismo como categoría y no circunscribirlo únicamente al movimiento de renovación luterana que comenzó con Spener, sino, muy al contrario, proyectarlo sobre ciertas manifestaciones del puritanismo inglés y el calvinismo continental (Países Bajos, noroeste de Alemania, el francés Labadie…). Su naturaleza sería la de un movimiento protestante transversal, no ligado a una confesión en concreto sino presente en comunidades diversas, basado en pilares como la centralidad de la relación individual con Dios, el idealismo religioso y su énfasis en la lectura y meditación de la Biblia (Stoeffer, 1965: 13-20).
Las Islas Británicas guardan una singular relación con el pietismo por el desarrollo de una corriente muy similar y prácticamente paralela en el tiempo, como fue el metodismo de John Wesley (1703-1791), que se inspiró en el pietismo continental para fundar su movimiento. Metodismo y pietismo, junto con el resurgimiento de la Hermandad morava, son considerados por Snyder (1983) como movimientos de renovación del protestantismo con conexiones históricas y muchos puntos en común, tales como el protagonismo de los laicos, su pretensión de reformar la Iglesia o su carácter carismático y anti-institucional. América vio muy pronto llegar pietistas a sus costas por la emigración de alemanes y escandinavos ya en el siglo XVIII, estos grupos contribuyeron al nacimiento en Estados Unidos del evangelicalismo.
Finalmente, el denominado pietismo radical engloba grupos inicialmente luteranos que se separaron de este credo formando iglesias independientes, de manera que, frente a los pietistas tradicionales, que pese a las divergencias se mantuvieron en el seno de sus iglesias, sin llegar a romper con las mismas, los radicales fueron más allá. Un antecedente podría encontrarse en el movimiento anabaptista, ciertamente disruptivo y que rompería con el luteranismo en el siglo XVI. Estos cristianos místicos seguían la “religión del corazón” y defendían los postulados de Spener, llevándolos en ocasiones al extremo. Una característica ajena al pietismo templado o no exaltado y que singulariza el pietismo radical es su milenarismo, sus expectativas escatológicas. Además, se tenían por representantes del verdadero cristianismo, por lo que tachaban a los que continuaban fieles a las iglesias oficiales de falsos cristianos. En su comportamiento social, se distinguían por actitudes rebeldes y abiertamente anti-sistema, despreciando la existencia de clases sociales, rechazando la asistencia a los servicios religiosos o abriendo sus comunidades a las mujeres, que tuvieron mucho protagonismo, llegando incluso a liderar algunos grupos (Schneider, 2007: 6-10). Uno de sus representantes más destacados fue el alemán Jakob Böhme (1575-1624).
Referencias bibliográficas
-Black, Jeremy (1997), La Europa del siglo XVIII. 1700-1789(Trad. Mercedes Rueda Sabater). Akal (Trabajo original publicado en 1990).
-Fischer, Joachim (1983), “Observaçoes e reflexoes sobre o pietismo”. Estudos Teológicos, 23 (2), pp. 164-182.
-Granquist, Mark Alan (2015), Lutherans in America: A New History. Minneapolis: Augsburg Fortress Publishers.
-Green, Todd (2007), “Swedish Pietism (1700-1727) as Resistance and Popular Religion”. Lutheran Quarterly, 21, pp. 59-77.
-López, Roberto J. (2002), “Iglesias y religiosidad en el siglo del Barroco”, en Historia Moderna Universal. Coord. Por Floristán, Alfredo, Barcelona: Ariel, pp. 281-305.
-Schneider, Hans (2007), German radical Pietism (Trad. Gerald T. MacDonald). Scarecrow Press.
-Snyder, Howard A. (1983), Pietism, Moravianism and Methodism as Renewal Movements: A Comparative and Thematic Study. Tesis doctoral. University of Notre Dame.
-Spener, Phillip Jakob (1675), Pia Desideria. Ed. y trad. (1964) a cargo de Tappert, Theodore G., Fortress Press.
-Stoeffler, F. Ernest (1965), The rise of evangelical pietism. Leiden: E. J. Brill.
Webgrafía
–Lauchert, F. (1911), “Pietism”. En The Catholic Encyclopedia. New York: Robert Appleton Company. Recuperado el 7 de julio de 2020, de New Advent: http://www.newadvent.org/cathen/12080c.htm
*Foto de portada: «Cruz en el bosque» (1811), cuadro del célebre pintor romántico Caspar David Friedrich, pietista y profundamente religioso.
En que año publicó este artículo, quiero agregarlo a un estudio teológico y tengo que citar la fuente
Julio del 2020, me alegro de que le interese.
Cita recomendable: Alejandro Bañón Pardo, «El pietismo», en, Benito Rodríguez Arbeteta (ed.), XVII.es , Madrid, 2020, [https://xvii.es/el-pietismo/](consulta: 19/09/2022)
Maria Del Carmen Bragado Muy interesante e ilustrativo.
Carmen Espinosa V Querido, la letra es muy pequeña. Me cuesta trabajo leerlo.